Una sonrisa. Ese podría ser el sello de identidad de uno de los jugadores más carismáticos del fútbol internacional en las últimas décadas. Sencillo como pocos, tolerante, y de mirada cómplice, Frédéric Kanouté es uno de esos jugadores que se han ganado el respeto de todo el mundo por su amabilidad dentro y fuera de los terrenos de juego. Dentro de él, un mago que concebía el fútbol de una forma diferente. Un virtuoso sin varita, capaz de bajar al piso balones imposibles, realizando controles paranormales. Fuera de él, un tipo amable y bondadoso que siempre ayudo a los más necesitados.
De cultura francesa y corazón africano, el joven Frédéric dio sus primeros pasos en el mundo del deporte rey en las categorías inferiores del Olympique de Lyon, club con el que debutaría en 1997. Pese a criarse en tierras francesas, la cultura africana siempre rodeó al bueno de Oumar. Una formación africana que le instruiría valores como la bondad. La misma que le mostró que algo tan insignificante como un simple balón, es capaz de inhibir a una persona de todos sus problemas, sacándole la mejor de sus sonrisas.
Pronto transportó su sencillez a tierras británicas. Durante siete temporadas Kanouté pudo disfrutar de una de las mejores ligas del mundo, lo que le sirvió para mejorar sus registros goleadores y curtirse como delantero en dos de los clásicos clubes londinenses: West Ham United y Tottenham. Cincuenta y cuatro goles durante su paso por la Premier League le sirvieron para tener que afrontar una de las decisiones más complicadas de su carrera deportiva. Escoger Francia o Mali no fue tarea sencilla para Frédéric, que finalmente se dejó llevar por su corazón y por la necesidad de ayudar al más débil. Como cita el himno maliense, “pour l´Afrique et pour toi, Mali” (Por África y por ti Mali).
A la ciudad del Nervión llegó como un auténtico desconocido. Pese a ello, la afición pronto se dio cuenta de que una de las apuestas personales de Monchi, iba a dar muchas alegrías al sevillismo en años venideros. Abanderado del mejor Sevilla de todos los tiempos, formó junto a Luis Fabiano una de las duplas de ataque más letales que se recuerdan en Hispalis. Regaló tardes inolvidables a la afición del Sánchez Pizjuán, haciendo soñar a cada uno de los espectadores que abarrotaban semana tras semana las gradas del mítico estadio de Nervión. Engrandeciendo al equipo en cada una de sus acciones, el jugador francés paseó con elegancia el escudo del Sevilla por la cima de Europa, consiguiendo seis títulos para un club en el que ha dejado, sin lugar a dudas, una huella imborrable.
Entre palabras de agradecimiento se marchó Kanouté de la casa andaluza, dejando atrás siete años muy especiales de su trayectoria futbolística. Ocho finales, seis títulos y ciento treinta y seis goles, respaldan al hombre que hizo vibrar al sevillismo en noches mágicas como las de Eindhoven, Mónaco o Glasgow. En su despedida, sus compañeros le mantearon acercándole un poco más al cielo, ese al que señaló en cada uno de sus tantos, y al que elevo a un club hasta entonces desconocido por el fútbol europeo. Siempre sensato y agradable, Kanouté fue algo más que fútbol, por ello, goza y gozará eternamente del respeto y la admiración de la afición sevillista. Aun así, Su trascendencia va más allá del césped, ya que la leyenda viva del club andaluz, ha conseguido que el fútbol sea una de las armas de difusión de la felicidad entre los más desfavorecidos. Tarea nada sencilla que tiene como ejemplo la ciudad de los niños que el propio futbolista ha financiado en Mali.
De lo que no cabe duda, es que no hay palabras para describir la calidad humana de este jugador. Un hombre que conoció la necesidad de primera mano, y que conquistó el corazón de todos los aficionados de la ciudad hispalense. Una ciudad, en la que el recuerdo del 12 rojiblanco, aun esta presente. Y es que jugadores como Kanouté, son de los pocos que hoy en día engrandecen el maleado mundo del fútbol.
Twitter: @Gabrihdez17